El pasado domingo tuve la oportunidad de ver el documental La leyenda del tiempo de Isaki Lacuesta. El director de la imprescindible Cravan vs. Cravan, estuvo presente en su presentación dentro del FUM (Festival d'Universos Musicals) de Arenys con un escueto discurso ante no más de diez personas.
El film hace funambulismo por encima de la difusa frontera que existe entre realidad y ficción, puesto que los personajes/actores se interpretan a sí mismos. De esta manera, Lacuesta incide en la búsqueda que inició con aquel poco convencional biopic del poeta-boxeador Arthur Cravan.
El díptico La leyenda del tiempo se inicia con la historia de Isra, un joven gitano de Cádiz que ha dejado de cantar por la muerte de su padre. A parte de esta circunstancia, el pequeño hallará el amor en la figura de Saray, una hermosa pre-adolescente algunos años más grande. Ambos protagonizan una de las escenas de amor más ingenuas y tiernas que recuerdo en los últimos tiempos: comparten sus primeras caladas en el marco de un viejo muelle de la marisma. Memorable por su sensibilidad.
Misaki, una joven japonesa que viaja hasta la capital gaditana para aprender cante, es la protagonista del segundo capítulo. Durante su estancia conoce a Jijo, un cocinero japonés que actúa como hilo conductor del film al aparecer también en el primer fragmento. La joven intenta seguir los pasos del mítico Camarón aprendiendo las técnicas del hermano de éste.
La propuesta de Lacuesta, sin duda poco convencional, se cimienta en la sutilidad de sus metáforas visuales (Isra como un pequeño pájaro moribundo, la sal y la nieve no son tan diferentes, o los dos barcos que flotan como el gitanillo y la japonesa...) y, sobretodo, en la frescura e imprevisibilidad de sus diálogos. De hecho el propio director admitió en la presentación que había sido un film hecho sin guión previo.
Concluyendo, una muy recomendable cinta que ilustra la evolución de Lacuesta. En esta ocasión, menos es más.
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